La ciberseguridad empieza en casa
Apenas alguien se entera de que trabajo en una empresa de tecnología, me pregunta: ¿Cuál es la edad adecuada para que los menores utilicen la tecnología? ¿A qué edad le puedo dar un celular a mi hijo? Soy abogada, no psicóloga o educadora, así que mi respuesta es “no lo sé”.
No existe un algoritmo que nos permita identificar la edad correcta y tampoco creo que la salida sea tener una normatividad que la establezca. Educar y guiar a los menores para que sean ciudadanos digitales empoderados y responsables es un reto, pues a nosotros nadie nos enseñó mientras crecíamos sobre los peligros que existían en internet, aunque sí nos advirtieron de los peligros del mundo tangible. Aprendimos normas como “no hables con extraños”, “nadie viene por ti”, “no mandaré una amiga que no conoces a recogerte” y transmitirlos a nuestros hijos nos resulta natural. La pregunta entonces es: ¿cómo establecer límites que a nosotros no nos fueron establecidos?
Un buen punto de partida es preguntarnos: ¿Permitirías a un menor que esté bajo tu cuidado salir a la calle sin compañía, que hable con personas desconocidas, que les diga su nombre, les proporcione datos de los miembros de su familia, les comparta detalles como el nombre de la escuela a la que asiste o la dirección de su casa? Esas son las actividades que muchas veces los menores realizan cuando están en línea y en donde corren los mismos riesgos que en el mundo tangible.
En el mundo existen más de 4.500 millones de usuarios de internet, con alrededor de 3.800 millones de usuarios de las redes sociales, lo que significa que cada menor tiene 3.800 millones de posibles interacciones. Cruzado con los resultados del estudio “Civilidad Digital”, publicado en febrero por Microsoft, este dato permite entender la dimensión del peligro y la necesidad de una acción preventiva. El estudio evidenció que los principales riesgos que enfrentamos son: Contacto no deseado, ciberbullying y fraudes o estafas. También mostró que el sexting es una actividad frecuente entre los adolescentes -uno de cada cuatro jóvenes ha recibidos fotos o videos de este tipo-, el ciberbullying se presenta sobre todo por temas de apariencia física, religión y política; y que el grooming -que ocurre cuando un adulto se pone en contacto con un menor con el fin de ganarse su confianza para luego hacerlo participar en alguna actividad sexual en línea o en persona- se incrementó de manera alarmante en Latinoamérica.
Ante el tamaño del desafío, atrás quedaron las excusas de “no nací en el mundo digital, no entiendo nada de tecnología”. Nuestra tarea es la de guiar, y hacerlo no es tan complicado. Para empezar, debemos conversar con los menores para que conozcan sobre los peligros y establecer con ellos reglas claras de conducta en la red, tales como: no compartir información personal con desconocidos o pedir ayuda y reportar cualquier situación que les produzca incomodidad. Así mismo, debemos hacer énfasis en la necesidad de respeto, cortesía y empatía en el mundo digital, y enseñar a los menores, a no compartir comentarios dolorosos o hirientes de otras personas.
La clave es comprender que no se trata de prohibir, se trata de acompañar. Cuando se tiene acceso a tanta información y en un mundo hiperconectado donde hasta las neveras tienen acceso a internet, nuestro deber como adultos es desarrollar en los menores una reflexión, una sana autocrítica que les permita entender lo que están publicando y para qué lo están publicando.
Catalina Rengifo Botero, Miembro de Women In Connection.
Jimena Mora, experta en ciberseguridad.
Columna publicada originalmente en El Tiempo.