Año Nuevo, ahorro nuevo
Cada año cerramos un ciclo haciendo el balance de lo que logramos y de los propósitos que dejaremos establecidos para empezar el año nuevo. No faltan en la lista tareas inconclusas de los años anteriores que nos negamos a abandonar y que pretendemos conquistar con disciplina en el año que comienza.
Pocas veces en esta lista, el propósito está en construir un futuro próspero a partir del ahorro, y pocas veces, el ahorro se ve como algo de largo plazo y factor fundamental del bienestar en la vejez.
La pandemia tuvo un efecto devastador en la capacidad de cerrar brechas de bienestar y la posibilidad que las personas tenían de construir futuros más prósperos. El confinamiento obligó a muchos a gastarse los ahorros pensionales que llevaban años construyendo con sus cotizaciones. En Chile y Perú, incluso se abrió la posibilidad de retirar las pensiones. Perú permitió seis retiros en menos de dos años, y los ciudadanos retiraron el 12,5 % del PIB, la mitad de su ahorro pensional. Los efectos sólo se verán en el mediano y el largo plazo, cuando el adulto mayor pobre y desprotegido se dé cuenta de que ya es muy tarde.
En este contexto, el ahorro para la vejez ha cobrado especial importancia. Hasta los países con sistemas de seguridad social más robustos están revisando reformas que les permitan responder a la realidad de su población. Holanda, según el Mercer CFA Institute Global Pension Index (MCGPI), tiene el 2° mejor sistema pensional del mundo, y justo ahora, terminó una reforma pensional que promueve el ahorro para darle sostenibilidad al sistema.
Aunque caigamos en la tentación de compararnos con sistemas más maduros, no hay una receta única. Los sistemas pensionales en general están pasando por un momento crítico y se deben repensar dentro de un ecosistema que incluye nuevas formas de trabajo, buenos estándares en el mercado laboral, diversidad e inclusión, y salarios mínimos dignos que le permitan a la población ahorrar y lograr una vejez adecuada. No menor es la necesidad de trabajar en la empleabilidad garantizando habilidades y conocimientos que permiten a las personas estar bien remuneradas por muchos más años y mejor preparados para las transformaciones que el mundo y la nueva expectativa de vida imponen.
En Colombia, como consecuencia de la informalidad laboral, sólo el 50 % de la población está afiliada al sistema pensional y sólo una de cada cinco personas se pensionará en el sistema de pensiones. Las mujeres son sólo un 48% de los afiliados, cuando en Colombia son el 52 % de la población.
Tenemos una responsabilidad individual de construir una pensión para la vejez que se adapte a nuestra situación particular en un contexto de alta inflación, altas tasas de interés y mayor incertidumbre mundial, lo cual termina impactando nuestra capacidad de ahorro futuro y aumenta la necesidad de contar con planes de jubilación sólidos.
Pero también, en un contexto donde la sostenibilidad y los criterios ESG juegan un papel fundamental, no podemos olvidarnos de la fuerza laboral que trabaja día a día en la construcción de la empresa. De nada servirán todos los esfuerzos para construir sostenibilidad, si dejamos a la deriva el futuro de nuestros trabajadores. Por esto el rol de la empresa será critico en la construcción de una cultura de bienestar financiero. Una reforma pensional no garantiza que cubramos todas las necesidades de protección social de nuestra población.
La vejez no debería ser financiada sólo con la pensión de la seguridad social, sino que hay que buscar formas de complementarla, pues únicamente con el esfuerzo conjunto, del Estado, el ciudadano, las empresas y los mercados financieros se logrará que el “viejo” tenga un beneficio adecuado, con un sistema sostenible que brinde verdadera protección a la vejez. Éstos, de hecho, son los parámetros para calificar los diferentes sistemas pensionales y su efectividad según el MCGPI.
Sólo trabajando en equipo probaremos la capacidad que como sociedad tenemos de generar riqueza y bienestar financiero y atenderemos la necesidad de construir ambientes sostenibles que permitan a las personas tener acceso a una protección adecuada para la vejez.
Adriana González Villaquirán, miembro de Women In Connection.
Columna publicada originalmente en El Tiempo.