Sesgos inconscientes, enemigos invisibles de la inclusión
No obstante los notables progresos alcanzados especialmente en los últimos 20 años, las cifras actualizadas a 2018 de la OIT muestran la inmensa brecha que subsistía, aun antes de la pandemia, entre hombres y mujeres en el acceso al mercado laboral y en las condiciones de trabajo. Es así como la tasa de participación de las mujeres está 26,5 % por debajo de la de los hombres y el desempleo femenino es 6 % mayor. El problema, entre otras causas, radica en la velocidad en la que el proceso de inclusión se viene dando: según ONU Mujeres, si siguiéramos a este ritmo, tardaríamos más de un siglo en lograr la igualdad de género. Si bien hay más conciencia alrededor de la relevancia del tema, más compromiso y más acciones en curso, es necesario que abordemos, prioritariamente, un asunto que impacta el ritmo al que nos estamos moviendo: los ‘sesgos inconscientes’.
Por progresistas que nos consideremos, hoy en día nos controlan muchas ideas que tenemos en nuestro mapa de información (medio por el cual nos relacionamos con el mundo tanto a nivel colectivo como individual) y que son excluyentes, opresoras, competitivas y violentas en relación con la mujer, en este caso. Estas ideas definen nuestras acciones y, dado que normalmente no cuestionamos su origen, terminamos repitiendo patrones de comportamiento basados en información guardada, en información que tomamos automáticamente. No somos conscientes de nuestros pensamientos ni de otros tipos de información como las emociones, los sentimientos y las sensaciones. Desde esta inconsciencia parten los sesgos inconscientes que retrasan, en una parte muy significativa, los avances en la lucha por la equidad.