No es momento de callar
En algún momento de nuestras vidas, todos hemos sido testigos de situaciones que nos incomodan profundamente. Ya sea en el colegio, el trabajo o en la comunidad, hemos presenciado actos de matoneo, corrupción o injusticia que nos hacen cuestionar nuestros valores y principios. En estos momentos, nos convertimos en observadores, en espectadores silenciosos de la realidad que nos rodea. Pero ¿cuál es el costo de nuestra pasividad? ¿Qué papel desempeña el observador para perpetuar estos problemas?
Mi reflexión sobre el rol del observador encuentra un ejemplo poderoso en la historia de una mujer que enfrentó valientemente el matoneo en Colombia. Su historia nos recuerda que la inacción del observador puede tener consecuencias devastadoras, pero también muestra el potencial transformador de quien decide actuar.
En su lucha contra el matoneo, no solo enfrentó a los agresores, sino que también desafió la indiferencia de quienes preferían mantenerse en silencio. Su valentía no solo protegió a la víctima, sino que también creó un efecto dominó de conciencia y solidaridad en la comunidad, no solo escolar, sino de todo Colombia.
La pasividad del observador puede estar relacionada con la difusión de la responsabilidad, un fenómeno en el cual las personas son menos propensas a actuar cuando creen que otros también podrían hacerlo. Sin embargo, también la inacción del observador contribuye a la normalización de comportamientos dañinos y a la perpetuación de estructuras injustas.
Numerosos estudios respaldan la idea de que la En algún momento de nuestras vidas, todos hemos sido testigos de situaciones que nos incomodan profundamente. Ya sea en el colegio, el trabajo o en la comunidad, hemos presenciado actos de matoneo, corrupción o injusticia que nos hacen cuestionar nuestros valores y principios. En estos momentos, nos convertimos en observadores, en espectadores silenciosos de la realidad que nos rodea. Pero ¿cuál es el costo de nuestra pasividad? ¿Qué papel desempeña el observador para perpetuar estos problemas?
Mi reflexión sobre el rol del observador encuentra un ejemplo poderoso en la historia de una mujer que enfrentó valientemente el matoneo en Colombia. Su historia nos recuerda que la inacción del observador puede tener consecuencias devastadoras, pero también muestra el potencial transformador de quien decide actuar.
En su lucha contra el matoneo, no solo enfrentó a los agresores, sino que también desafió la indiferencia de quienes preferían mantenerse en silencio. Su valentía no solo protegió a la víctima, sino que también creó un efecto dominó de conciencia y solidaridad en la comunidad, no solo escolar, sino de todo Colombia.
La pasividad del observador puede estar relacionada con la difusión de la responsabilidad, un fenómeno en el cual las personas son menos propensas a actuar cuando creen que otros también podrían hacerlo. Sin embargo, también la inacción del observador contribuye a la normalización de comportamientos dañinos y a la perpetuación de estructuras injustas.
Cada vez que decidimos denunciar el matoneo, desafiar la corrupción o alzar la voz contra la injusticia contribuimos a construir una sociedad más justa.
Numerosos estudios respaldan la idea de que la acción del observador puede generar un impacto positivo en situaciones de matoneo y corrupción. Este es el caso del sociólogo Ervin Staub, en su obra El coraje ético, en la que explora cómo los observadores pueden intervenir de manera constructiva para detener la violencia y la injusticia.
Staub argumenta que uno de los primeros pasos hacia el coraje ético es la identificación con las víctimas. Cuando las personas pueden ponerse en el lugar de aquellos que están siendo perjudicados están más inclinadas a tomar medidas para ayudar. También destaca la importancia de intervenir temprano en situaciones de violencia o injusticia antes de que se agraven. Argumenta que pequeñas acciones individuales pueden tener un impacto significativo en la prevención de conflictos a gran escala.
La elección de actuar o quedarse callado marca la diferencia. El observador no es un mero espectador, es un agente de cambio potencial. Cada vez que decidimos denunciar el matoneo, desafiar la corrupción o alzar la voz contra la injusticia contribuimos a construir una sociedad más justa y humana.
Actuar puede ser difícil, pero es un paso crucial en el camino hacia un mundo mejor. La próxima vez que observe algo que no le guste no dude en actuar, en denunciar. Actuar oportunamente tiene el poder de cambiar vidas y transformar realidades.
Carolina Nieto, miembro de Women In Connection.
Columna publicada originalmente en El Tiempo.